El punto de ebullición generalmente se explica, a nivel introductorio, en términos de atracciones entre las moléculas. Pero las moléculas no son necesarias para que una sustancia tenga un punto de ebullición.
El “punto de ebullición” se refiere a la temperatura a la cual las interacciones entre las partículas en la fase líquida se superan lo suficiente como para que las partículas (o grupos de ellas) vuelen hacia la fase gaseosa. Estas partículas o grupos no tienen que ser moléculas como las entenderíamos normalmente, estructuras discretas que continúan existiendo en las fases líquida y sólida.
En la fase gaseosa, se cree que el NaCl existe como grupos con dos iones de sodio y dos de cloruro cada uno, [math] \ mathrm {Na_2Cl_2} [/ math]. Pero en la fase líquida o sólida, tales grupos no existen y cada ión está rodeado por iones de cargas opuestas, alternando (infinitamente).
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Las interacciones iónicas que se extienden hasta el “infinito” son, acumulativamente, tan fuertes que se necesitan temperaturas muy altas para superarlas, y aun así, no se obtienen iones de sodio y cloruro aislados. Eso requiere aún más energía.
“Enlace iónico”, como señaló la respuesta de Jaap Folmer, es un poco inapropiado. El “enlace iónico” es la interacción entre iones con carga opuesta en masa, que puede significar desde dos hasta un número infinito de pares de iones. En la fase gaseosa, los iones que interactúan están en el número mínimo necesario para algún tipo de estabilidad electrostática.