La comprensión ontológica es lo que diferencia la física de las matemáticas. Como beneficio adicional, es lo que vuelve loco a los matemáticos sobre los físicos.
Los físicos usan las matemáticas como lenguaje natural para hablar sobre la realidad. Los matemáticos tratan las matemáticas como un lenguaje formal desconectado de la realidad, o incluso “precedente” a la realidad de alguna manera que no son característicamente vagos en cuanto a la explicación.
Los físicos razonan ontológicamente tan a menudo como nosotros matemáticamente. Ambos son importantes, pero el primero es lo que nos hace únicos.
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El problema es que la ontología detrás de al menos una de nuestras teorías más importantes es incomprensible, y también dudo de la relatividad general. Pero con respecto a la mecánica cuántica, que es lo mejor que podemos hacer para describir matemáticamente los efectos de los aspectos no locales que sustentan la realidad que somos capaces de experimentar, sabemos que es inherentemente incomprensible para seres como nosotros porque viola el leyes de la lógica que Aristóteles identificó como “lo que se puede decir de todo lo que se puede decir que existe”, pero que resultan ser condiciones sobre “lo que se puede decir de todo lo que podamos pensar coherentemente”.
La ontología del estado cuántico es no local, y los fenómenos no locales violan la ley de no contradicción y la ley de causalidad. La obediencia a esas leyes es necesaria para que logremos la comprensión ontológica. La ley de no contradicción dice que una cosa no puede ser ni ser la misma cosa al mismo tiempo y con el mismo respeto, y el principio de la relatividad dice que las leyes de la física son las mismas para todos los observadores. Pero los miembros de un par enredado se miden o no se miden según el estado de movimiento de un observador.
Es posible pensar en esto en términos de un marco de referencia preferido (pero no observable) donde el “tiempo” y el “espacio” no tienen relación alguna con los cuatro vectores lorentzianos que percibimos, pero eso es más una mitología que una ontología.
Lo que encontrará en la práctica es que diferentes físicos tienen formas diferentes (y rentables) de pensar sobre la ontología cuántica, y bien pueden contradecirse a sí mismos al pensar en diferentes problemas. La Interpretación de Copenhague es un intento de trazar una línea que delimita el límite entre lo que podemos y no podemos hablar legítimamente a este respecto, pero no hay duda de que todos violamos ese límite cuando hacemos cálculos. Simplemente lo hacemos de una manera localmente consistente, y podemos hacerlo de maneras diferentes e inconsistentes cuando tratamos con diferentes fenómenos, porque no hay forma de hacerlo de manera consistente.
En respuesta a: “Como físico, ¿cuál es su opinión sobre la posibilidad y la importancia de comprender ontológicamente los cálculos posibles gracias a la maquinaria cuantitativa de un marco? ¿Hay más para comprender una teoría que para poder hacer los cálculos?”