El ADN contiene nuestros genes. Cada gen simplemente codifica una proteína. Algunos fenotipos están determinados por un solo gen. Conocemos muchos de ellos y muchos de ellos determinan su destino biológico. La mayoría de las funciones del cuerpo están determinadas por muchos genes y este sistema de genética es, en este punto, demasiado complicado para que podamos hacer predicciones conocidas sobre cómo determinarán nuestro futuro biológico. Esto incluye la conciencia. No sabemos cómo los genes determinan nuestra conciencia. Además, los genes no operan con perfecta fidelidad. Pueden cometer errores y están sujetos a mutación. Por ejemplo, el cáncer no se determina necesariamente al nacer.
Además de su genoma, existe el entorno externo. Nuestra exposición a los elementos, lo que comemos, las enfermedades a las que estamos expuestos, las otras personas a las que estamos expuestos son todas fuerzas fuera de control en cierta medida. Afectan nuestro destino a pesar de que no son genes.
La forma en que me gusta pensar sobre cómo nuestros genomas determinan nuestro destino es esta. Nacemos con un cierto conjunto de genes. Ese conjunto de genes pone algunos límites a lo que podemos llegar a ser. Sin embargo, dentro de esos límites hay una enorme cantidad de posibilidades. Más de lo que podemos comprender. Para todos los efectos, tenemos libre albedrío consciente. Biológicamente solo podemos estimar estadísticamente lo que podría suceder y en este momento todavía es muy incierto.
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