Los cambios epigenéticos son cambios que no se encuentran en el conjunto de genes (es decir, el genoma) sino en los alelos (es decir, diferentes formas de los mismos genes). Estos cambios no son permanentes. La forma en que ocurren los cambios epigenéticos se compara con los interruptores de encendido y apagado. Por ejemplo, una madre que tiene un gen para el cáncer de mama puede desactivarlo por su excelente estilo de vida y, por lo tanto, evitar que el oncogén se transmita a su descendencia, pero su descendencia puede activarlo si su estilo de vida era pobre. En otras palabras, los cambios epigenéticos pueden controlarse (desactivarse) siempre que la enfermedad aún no esté presente (activada).
Los cambios evolutivos son cambios que son permanentes y no pueden permanecer por mucho tiempo a menos que sea beneficioso para la supervivencia de un organismo. Un ejemplo clásico de esto es la mutación. Si un gen (secuencia de ADN) sufriera modificaciones, podría dar lugar a un cambio de genotipo que podría ser beneficioso, neutral o perjudicial. No se puede controlar porque se rige por la selección natural. Si el entorno cambia, debe adaptarse o, de lo contrario, se enfrentará a la desaparición.
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