¿Por qué el Congreso se niega a financiar más proyectos científicos?

En gran parte, la culpa de esto recae directamente sobre nuestros hombros, como científicos. En general, nos comportamos como si tuviéramos derecho a la financiación de la investigación; una vez que recibimos ese financiamiento, tendemos a convertirlo en una serie de artículos primarios impenetrables que nadie, excepto expertos de ideas afines, pueden entender. Desde el punto de vista del público, el dinero que recibimos para hacer ciencia desaparece efectivamente, porque (generalmente) no podemos molestarnos en informar al público sobre sus términos, o (peor), castigar activamente a los investigadores que sí lo hacen (Carl Sagan – posiblemente uno de los más grandes divulgadores de la ciencia, fue rechazado por sus colegas de la Academia Nacional de Ciencias por su servicio público).

En general, el público no tiene absolutamente ninguna idea de lo que hacemos. Al mismo tiempo, muchos científicos adoptan un comportamiento arrogante que no favorece en absoluto la forma en que el público percibe la profesión en su conjunto de la que depende por completo. Los científicos necesitan salir al público y, al menos, tener una presencia social, si no describir su trabajo a cada persona que esté dispuesta a escuchar. Como son los incentivos y las presiones institucionales, el servicio público tiende a clasificarse justo después de la enseñanza en términos de importancia para los investigadores, es decir, aproximadamente cero.