Los clorofluorocarbonos no son “arrastrados” a la Tierra por la lluvia ni destruidos en reacciones con otros productos químicos. Simplemente no se descomponen en la atmósfera inferior y pueden permanecer en la atmósfera de 20 a 120 años o más. Como consecuencia de su relativa estabilidad, los CFC se transportan a la estratosfera, donde eventualmente se descomponen por los rayos ultravioleta (UV) del Sol, liberando cloro libre. El cloro se involucra activamente en el proceso de destrucción del ozono. El resultado neto es que dos moléculas de ozono son reemplazadas por tres de oxígeno molecular, dejando el cloro libre para repetir el proceso:
Cl + O3-> ClO + O2
ClO + O -> Cl + O2
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El ozono se convierte en oxígeno, dejando al átomo de cloro libre para repetir el proceso hasta 100,000 veces, lo que resulta en un nivel reducido de ozono. Los compuestos de bromo, o halones, también pueden destruir el ozono estratosférico. Los compuestos que contienen cloro y bromo de compuestos artificiales se conocen como halocarbonos industriales.
Las emisiones de CFC han representado aproximadamente el 80% del agotamiento total del ozono estratosférico. Afortunadamente, el mundo desarrollado ha eliminado el uso de CFC en respuesta a los acuerdos internacionales para proteger la capa de ozono. Sin embargo, debido a que los CFC permanecen en la atmósfera durante tanto tiempo, la capa de ozono no se reparará completamente hasta al menos mediados del siglo XXI. El cloro natural tiene el mismo efecto en la capa de ozono, pero tiene una vida útil más corta en la atmósfera.