La respuesta genérica sería: a través de asociaciones de partes interesadas en financiar el bien público y especificar en un contrato cómo se distribuirán los residuos de la investigación.
Hay mucho trabajo teórico y empírico sobre esto: Richard Epstein en la Universidad de Chicago y Elinor Ostrom en la Universidad de Indiana han estudiado cómo estos arreglos podrían funcionar en teoría y en la práctica. La tragedia de los comunes es enormemente exagerada.
Sin embargo, la respuesta específica sería: no muy diferente a la actual. El interrogador hace el ejemplo de Alemania, pero eso es muy simplista: lea los fantásticos libros de Nathan Rosenberg para descubrir cuán entrelazados están los descubrimientos individuales, las innovaciones financiadas por las empresas y las innovaciones financiadas por el gobierno. Es muy difícil encontrar un patrón claro. Por ejemplo, no existe una relación clara entre el gasto en I + D como porcentaje del PIB y la producción de investigación; y existe una relación inversa entre la I + D corporativa y el valor de la empresa.
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Como un ejemplo relevante, considere la Universidad de Stanford, que tiene tanta investigación como cualquier universidad estadounidense. En los años 50 se llamaba “La Universidad de la Guerra Fría”, debido a la gran cantidad de fondos gubernamentales relacionados con la defensa. Ya en 1992, el 55% de sus gastos operativos se financiaban con fondos federales. A finales de los 90, este porcentaje había caído al 35%. En 2011, fue del 11%. La diferencia ha sido recogida por donantes privados y consorcios (“patrocinadores”). En los últimos veinte años, Stanford se ha transformado en una universidad mucho más fuerte, no solo en ingeniería y campos vocacionales, sino también en las ciencias fundamentales. Matemáticas, Estadística, Física se encontraban en los 5 departamentos principales de todo el país. Ahora son los mejores, o empatados por lo mejor.
Mi respuesta es que una sociedad más libertaria tendría más centros de investigación como Stanford, financiados por filántropos, fundaciones y con fines de lucro. Serían mejores de lo que son actualmente. También generarían más desigualdad en la investigación, con los mejores centros disfrutando de las externalidades de la aglomeración y las redes de la industria académica.
Los libertarios más sensatos no niegan la existencia de bienes públicos, pero tienen criterios más estrictos para ellos. La no rivalidad y la no excluibilidad no son suficientes: el bien (investigación) no debe ser objeto de controversia. Y cuando es así, las soluciones privadas son preferibles (consulte la página de Wikipedia sobre bienes públicos: http://en.wikipedia.org/wiki/Pub…). Creo que la investigación financiada por el gobierno aún existiría, pero estaría sujeta a diferentes pautas, quizás más estrictas con respecto al tipo de investigación, pero menos burocráticas con respecto a las subvenciones.