Como señala Joshua Engel, la teoría y la evolución del juego se han integrado bastante.
Uno de los mejores ejemplos es el clásico Evolution and the Theory of Games de John Maynard Smith, que salió en 1982, aunque anteriormente había usado ideas teóricas del juego ya en 1973, cuando escribió “The Logic of Animal Conflict” con George R Precio. (Price también era un erudito del Nuevo Testamento cuya obsesión con el altruismo lo llevó a regalar todas sus posesiones y suicidarse una vez que no tenía nada más que dar). Price y Maynard Smith desarrollaron la idea de una estrategia evolutivamente estable: estrategias que una población puede adoptar que dificultan las invasiones por estrategias alternativas inicialmente raras.
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Maynard Smith analizó una serie de juegos comunes en perspectiva evolutiva, incluido el juego halcón-paloma, la guerra de desgaste y el dilema iterativo del prisionero. Un objetivo principal del campo fue, y sigue siendo, explicar qué escenarios pueden haber causado el desarrollo de estrategias altruistas.
Desde el trabajo de Maynard Smith y Price, ha habido una literatura en constante expansión sobre el tema. The Selfish Gene de Dawkins ayudó a presentarlo al público. Karl Sigmund es un importante investigador en teoría de juegos evolutivos, y Robert Axelrod lo ha expandido a la política. Desde entonces, también ha encontrado cierto interés entre los economistas. Otro gran nombre es Martin Nowak, cuya dinámica evolutiva es aparentemente un clásico. La literatura sobre este tema es vasta y muy compleja.
Dicho esto, hay mucho escepticismo entre algunos biólogos sobre qué tan bien la teoría de los juegos evolutivos puede capturar las sutilezas de las interacciones reales. Stephen Jay Gould acusó a Maynard Smith de una especie de crudo adaptacionismo que no tuvo en cuenta las condiciones contingentes dentro de las cuales se sitúan las interacciones entre organismos. Sospecho que Lynn Margulis también lo desaprobaría.
Vengo de un campo de ecología donde hay muchos matemáticos que crean teorías maravillosamente elegantes que simplemente no se aplican a los ecosistemas reales, por lo que simpatizo con los críticos. Mi opinión personal es que no hay nada de malo en usar la teoría de juegos evolutivos, sino solo como una herramienta entre muchas. Al igual que muchos métodos muy matemáticos, debe verse con escepticismo hasta que haya un soporte más amplio disponible.