Esa mañana, me desperté junto a un arroyo en un bosque. Los ciervos pastaban a mi alrededor. Me acordé de los sueños de anoche. Me habían revelado la verdad eterna en una teoría unificada. Podía hablar con todos los animales, y todos los animales me amaban. Cuando me incliné y bebí un trago del agua con gas más pura del arroyo, mis amigos llegaron montando caballos salvajes. Compartí la verdad y decidimos caminar río arriba hasta la gran meseta. Con los pies descalzos, caminamos sobre el lodo, nadamos a través de lagos, atravesamos cuevas oscuras detrás de la cascada y finalmente llegamos a la meseta por la tarde ventosa. En nuestro camino recogimos todas las hermosas canciones que cantaban los peces, los árboles, los pájaros y los osos. Hicimos buena música con esas canciones y tocamos y cantamos en la noche. Las brillantes luces del norte habían pintado el cielo nocturno en la pintura más hermosa que habíamos visto.
Mis amigos tenían pistas, pero no estaban seguros. Dos de nosotros estábamos enamorados. Se tumbó desnuda sobre la hierba mojada. Ella era el tema de la hermosa pintura de arriba, y estábamos teniendo un buen sexo. Apagados, nos abrazamos, contemplamos el cielo nocturno e hicimos historias sobre las estrellas. La vi quedarse dormida en mi pecho y supe que mañana iba a ser el día más épico de la historia.
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