24 de diciembre de 1998. Hora 9:45 pm
El abuelo inventó otra historia hoy. Hay un fantasma en él, una vez más. El fantasma vive justo al lado de nuestra casa en una mazmorra y la inquietud habitual y todo tiene lugar cada año cerca, sí, en Navidad, desde los últimos 3 años. Nos hizo sostener su collar de Cristo y repetir salmos después de que terminó la historia. Se veía más aterrorizado después de la historia que ambos, Arnold y yo juntos.
Bueno, es hora de hacer que el viejo se dé cuenta de que ya no soy el mismo niño de 8 años que solía quedarse en casa todo el día y toda la noche solo por sus estúpidas historias. Ahora tengo 15 años, mis tableros vencen este año. Incluso Arnold tiene 12 años ahora.
Y se ha vuelto más maloliente y viejo.
Supongo que el viejo olvidó que crecimos desde los últimos 4 años, que no lo visitamos.
Al ir a ver el lugar esta noche, el pequeño Arnold también quiere acompañarme.
1 de enero de 1999. Hora 7:00 pm
Papá nos trajo de vuelta el día 25 desde la casa del abuelo. Todos llevamos negro hoy. Hay un servicio conmemorativo esta noche.
Arnold todavía no está bien. Él sigue murmurando cosas estúpidas.
- Al escribir revistas, ¿prefiere papel, formato digital o ambos?
- ¿Tienes un diario?
- En contabilidad, ¿cuál es la forma correcta de hacer anotaciones en el diario para el depósito de seguridad de un contrato de alquiler?
- ¿Qué es un diario de felicidad? ¿Como funciona?
- ¿Qué debo escribir sobre mi diario reflexivo de psicología?
Verificamos la mazmorra ese día. No había nada inusual allí. Solo un estúpido esqueleto viejo y maloliente, que se asustaba para asustar a los niños pequeños, pensamos.
Tocamos la cosa con un palo y no hizo nada en respuesta.
Sin gritos horribles, sin drama, nada.
Y luego nos inclinamos para mirar más de cerca, llevaba la misma camisa y pantalones desteñidos que el abuelo había estado usando desde que llegamos aquí. Y había una cruz alrededor de su cuello, igual que la de mi abuelo.
Y volvimos corriendo a casa.
El abuelo estaba justo en la puerta. Sonriente. Había pasado mucho tiempo desde que su rostro había sonreído tanto.
“Parece que esta vez tenía razón”.
Maricón.
El desapareció.