Mi reacción a esta información no es “¿por qué tantos genes?”, Sino “¿por qué tan pocos?”.
Piense en todas las operaciones requeridas para formar una memoria recuperable a largo plazo: se debe tomar la decisión de almacenar una memoria; debe codificarse un patrón de actividad neuronal; esa codificación debe mantenerse; y tiene que ser recuperado cuando sea apropiado. Además, el proceso de codificación debe ser lo suficientemente rico y general como para capturar muchos tipos de estímulos y experiencias.
No podría hacer esto con 750 puertas lógicas y diodos. Es casi seguro que una fracción de estos 750 genes debe interactuar entre sí de forma combinatoria para generar suficientes permutaciones de estado para hacer el trabajo.
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Una de las grandes ideas erróneas fomentadas por el surgimiento de las ciencias genómicas es que los genes son “para” algún propósito; que son responsables de alguna característica o actividad de un organismo en una especie de correspondencia uno a uno. Este concepto erróneo es impulsado por todos los comunicados de prensa que anuncian el descubrimiento de un gen canceroso, un gen gay o un gen autista. Todo lo que realmente han descubierto es que ciertos cambios genéticos se asocian con mayor frecuencia con ciertas enfermedades que otras (y a menudo ni siquiera eso es cierto; este tipo de análisis estadísticos son traicioneros y con frecuencia incorrectos). Estudios posteriores muestran invariablemente que estas relaciones son más complejas y menos directas de lo que se imaginó originalmente.
Realmente no sabemos cómo actúan los genes para crear estructuras y actividades complejas. No existe una relación particular entre el número de genes que tiene un organismo y lo que percibimos como su nivel de complejidad. No tenemos una buena base teórica para predecir qué número de genes se requieren para realizar una función compleja.