En nuestro Sistema Solar, los astrónomos a menudo dividen los planetas en dos grupos: los planetas interiores y los planetas exteriores. Los planetas interiores están más cerca del Sol y son más pequeños y rocosos. Los planetas exteriores están más lejos, son más grandes y están compuestos principalmente de gas.
Los planetas interiores (en orden de distancia del sol, más cercano al más alejado) son Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. Después de un cinturón de asteroides llegan los planetas exteriores, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Lo interesante es que, en algunos otros sistemas planetarios descubiertos, los gigantes gaseosos están realmente bastante cerca del sol.
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Los cuatro planetas internos se llaman planetas terrestres porque sus superficies son sólidas (y, como su nombre lo indica, algo similar a la Tierra, aunque el término puede ser engañoso porque cada uno de los cuatro tiene entornos muy diferentes). Están compuestos principalmente de metales pesados como el hierro y el níquel, y no tienen lunas o pocas lunas.
Los planetas exteriores (a veces llamados planetas jovianos o gigantes gaseosos) son enormes planetas envueltos en gas. Todos tienen anillos y muchas lunas cada uno. A pesar de su tamaño, solo dos de ellos son visibles sin telescopios: Júpiter y Saturno. Urano y Neptuno fueron los primeros planetas descubiertos desde la antigüedad, y mostraron a los astrónomos que el sistema solar era más grande de lo que se pensaba.