Es muy temprano para decirlo.
Como neurocientífico, es halagador escuchar que el presidente ensalza las virtudes de mi campo elegido. Desde mi punto de vista, debería haber muy pocos inconvenientes para dar a la investigación del cerebro más dinero y atención. Sin embargo, si la Iniciativa BRAIN puede tener un impacto transformador o no, dependerá de decisiones estratégicas que no se hayan tomado o no se hayan hecho públicas. Hasta que se publiquen más detalles, hay tres razones por las que no creo que la propuesta esté a la altura de las expectativas:
- No es tanto dinero. El presupuesto de 2012 del NIH, que financia la mayor parte de la investigación biomédica en los Estados Unidos, fue de casi $ 31 mil millones. El Instituto Nacional de Salud Mental, una rama centrada en la neurociencia del NIH, tenía $ 1.100 millones en donaciones para regalar el año pasado. Si la Iniciativa BRAIN simplemente se suma al conjunto de fondos disponibles, su impacto será notable pero no cambiará el juego. En comparación con los mil millones de euros recientemente otorgados a un único neurocientífico por la UE, $ 100 millones para un gran proyecto no parece suficiente, a menos que se gaste increíblemente sabiamente (no es algo con lo que podamos contar todavía) o se complemente anualmente.
- No hay un punto final bien definido. A diferencia del Proyecto Genoma Humano, que se terminó después de que se secuenciaron los 3.200 millones de pares de bases, los objetivos de la Iniciativa BRAIN son extremadamente vagos. Tal como están las cosas, los objetivos enumerados en los documentos oficiales no son diferentes de los adoptados por las agencias de financiación existentes. Los objetivos más ambiciosos sobre los que se ha trabajado, desde curar el Parkinson hasta grabar desde cada neurona en el cerebro humano, son solo sueños de tubo en este momento. Esperemos que POTUS # 45, # 46, # 47, etc. también estén a bordo …
- El éxito depende de saltos de perspicacia, en lugar de progresos progresivos. Los objetivos finales no solo no están definidos, sino que el camino a seguir está plagado de obstáculos aún desconocidos. La neurociencia carece de un “dogma central”, por lo que no sabemos cómo distribuir nuestros esfuerzos de la manera más eficiente. No existe un único nivel de análisis (como una secuencia de ácido nucleico) que promete producir resultados tangibles. Los neurocientíficos están debatiendo activamente el mejor enfoque para adoptar, pero un consenso está muy lejos. Debido a que los problemas son tan complejos, no existe una relación simple entre dinero y progreso. Tenemos que estar preparados para muchos comienzos falsos, callejones sin salida y promesas incumplidas. Los científicos se dan cuenta de que esto es normal para el curso, pero tenemos que asegurarnos de que el público no espere avances inmediatos que no podamos ofrecer.
Por lo tanto, si bien estoy totalmente a favor de aportar más dinero a la investigación en neurociencia, queda por ver si los fondos de la Iniciativa BRAIN serán un verdadero punto de inflexión para el campo. Me gustaría usar el dinero para hacer apuestas en algunos proyectos específicos, en lugar de dividirlo entre docenas de laboratorios. Y los fondos para el “desarrollo de herramientas” no deberían limitarse al hardware para medir directamente la actividad cerebral, sino que también deberían usarse para mejorar las técnicas de análisis, las bases de datos y el software organizacional.
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