A menudo me he preguntado sobre esto en el contexto de la vida laboral de las personas. Mucha gente dice que les gusta su trabajo. Pero un porcentaje increíblemente alto de ellos al mismo tiempo está tan deprimido que en realidad fueron al médico y obtuvieron antidepresivos.
¿Realmente les gustan sus trabajos? Tal vez o tal vez no. Algunos de ellos lo hacen, seguro.
En la escuela, estamos capacitados para decir que nos gusta esta o aquella lección escolar. Pero si realmente te gusta algo, de verdad, ¿seguro que lo haces porque lo disfrutas? Pero, ¿cuántas personas harían su trabajo si no se les pagara y cuántos niños harían el trabajo escolar si no tuvieran que hacerlo?
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Personalmente, siempre odié mi trabajo, al menos en relación con lo que podría haber estado haciendo si no tuviera que hacerlo. Así que seguí tratando de salir y finalmente lo logré. En el camino tuve que aguantar a mucha gente diciéndome que mis ideas sobre no trabajar para otras personas estaban un poco enojadas. En un momento, mis compañeros de casa literalmente hablaron sobre llamar a mi madre para que pudiera recogerme y llevarme a un hospital psiquiátrico. Uno de mis amigos me aconsejó que me asesorara para que disfrutara más mi trabajo.
Ahora trabajo para mí y no tengo que mentirme sobre eso. Estoy haciendo algo que todavía haría, al menos a veces, incluso si nadie me pagara por hacerlo, porque lo disfruto.
Si elimina el problema del trabajo hasta el fondo, todo lo que tiene que hacer para vivir es obtener dinero, por medios legales y preferiblemente útiles. Pero esta idea de un “trabajo normal” se introduce en nosotros, de modo que eventualmente cualquier otra idea parece completamente descabellada, como huir de la “realidad”.
Por otro lado, seguro que algunas personas realmente aman sus trabajos. Solo me pregunto en qué porcentaje de la fuerza laboral se compone de esas personas; qué porcentaje consiste en personas que sienten que son esclavos, y qué porcentaje consiste en personas que son esclavos pero no lo admiten, ni siquiera ante sí mismos.
La idea de la gente de lo que constituye la “realidad” incluso varía de un país a otro y de vez en cuando. En el Reino Unido, sabes que eres un adulto cuando compras una casa. En Alemania, comprar una casa es opcional en la mente de las personas.
Para muchos en la generación de mi padre, obtener una pensión era parte de la “realidad”. Si no tenías uno, no estabas siendo sensato. La crisis financiera afectó mucho el entusiasmo de la gente por esa idea. Ahora nadie sabe si sus pensiones realmente valdrán algo cuando se jubilen.
Nuestra percepción de lo que es real (en el sentido de ser sensible) gobierna nuestro comportamiento. Puede hacernos libres, o puede hacernos esclavos involuntarios.