El contextualismo es una premisa fundamentalmente importante para cualquier epistemología y especialmente en un área de lógica desarrollada por primera vez por Bertrand Russell en el Apéndice 2 sobre Teoría de los tipos en su tercer libro titulado “Filosofía de las matemáticas”. Russell había identificado una paradoja básica sobre las declaraciones autorreferenciales y su solución a la llamada Contradicción fue proponer la Teoría del Tipo (TT).
Puede rastrear TT en las matemáticas constructivas de Brouwer y la lógica intuicionista de la década de 1930 y luego su implementación completa en las obras de Per Martin-Loff en las décadas de 1970 y 80.
El punto final lógico, por así decirlo, del contextualismo desde un punto de vista filosófico es que nos obliga a considerar que las pruebas que dependen del contexto son un esquema Ponzi infinito.
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Lo que es cierto solo es cierto en la medida en que el contexto de la prueba de la declaración, y la verdad de esa declaración depende del siguiente contexto y así sucesivamente.
Si el contextualismo no te marea, ciertamente causa cierto malestar psicológico saber que las verdades eternas son meramente habitantes de niveles arbitrarios de un ineludible hotel de California.