Enrico Fermi se ofreció a hacer apuestas sobre la probabilidad de que la prueba Trinity de la bomba de plutonio Fat Man encendiera la atmósfera. Su oferta fue un poco de humor (física oscura geek), no una hipótesis científica, y no fue realmente apreciada por algunos participantes y disfrutada por otros.
El escenario de “encender la atmósfera” volvió a surgir durante el desarrollo de la bomba de hidrógeno. Esta vez fue Edward Teller quien calculó que una bomba de hidrógeno podría incendiar la atmósfera. La tesis se tomó con la suficiente seriedad como para que Hans Bethe verificara los cálculos de Teller y concluyera que habían fallado al menos 60 veces y posiblemente mucho, mucho más. Era irónico que Teller, el defensor del desarrollo de la bomba de hidrógeno, hubiera concluido que destruiría el mundo y Bethe, que tenía dudas sobre su moralidad y utilidad, los refutaría.
Las dos situaciones fueron diferentes. Los científicos del Proyecto Manhattan entendieron bastante bien las reacciones de fisión, y fue relativamente fácil predecir cuánta energía liberaría una bomba de fisión y qué efectos produciría. Las reacciones de fusión no fueron bien entendidas; eran mucho más complejos, mucho menos predecibles y requerían simulaciones complejas. Así es como obtuviste una prueba de bomba de hidrógeno como Castle Bravo en 1954 que tenía un rendimiento previsto de 4 a 8 megatones, pero en realidad produjo 15 megatones.
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