Es cierto que cada hombre construye o destruye su destino. Cómo quiere vivir en él, ya sea en el caparazón de pasados o presentes desagradables, o si trata de salir de ese caparazón al epítome del optimismo es lo que solo él, y nadie más puede decidir por él. Cada hombre tiene el poder de ser el arquitecto de su vida, y con él, puede hacer o deshacerlo. Sin embargo, lo que no se puede olvidar nunca es que la vida o el destino son tan fluidos como el aire, tan inalcanzables como la molécula del aliento que querrás atrapar, como si fuera tu propia posesión. La vida o el destino no pueden diseñarse como un edificio, pero la posición en la que se encuentra depende en gran medida de la ingeniería y la fortaleza de los cimientos de su edificio. Para que un árbol crezca, necesita estiércol. Una tierra estéril no puede producir un árbol fructífero, ni el árbol mismo en sus etapas de florecimiento se ocupa de cómo sería su futuro.
Del mismo modo, la posición actual del hombre depende de sus circunstancias, así como del conocimiento y los frutos del pasado. Los ingenieros son los padres y maestros en las etapas iniciales. A medida que madura, hace amigos, otras familias, etc. A veces, la relación funciona, a veces lo intenta pero en vano. A lo largo del camino, el hombre sigue aprendiendo lecciones, sigue evolucionando. El hombre aprende sobre la fuerza y el potencial en él solo cuando está roto en la medida en que ninguna fuerza adicional puede realmente romperlo. Estas circunstancias , creo que es lo que diseña el destino de un hombre.
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